Corría el año 1291 cuando todos los vidrieros de Venecia fueron apartados a Murano, isla que suponía una mayor seguridad ante los incendios que se generaban constantemente y el peligro que conllevaba trabajar en una ciudad sustentada sobre pilares de madera.
Los maestros vidrieros estaban obligados a vivir en la isla y no podían dejar la capital véneta sin un permiso especial emitido por el Dogo. Sin embargo, muchos lograron escapar, exportando a países extranjeros sus famosas técnicas. La más importante crisis que golpeó la industria local fue la sufrida en el siglo XV, cuando Bohemia comenzó a producir vidrio artístico. Quizá inspirados en los vidrieros vénetos de Murano.
Es en esta época, en la que se inició la producción de grandes lámparas y preciosísimas copas y vajillas con la influencia de todo lo proveniente de Oriente. Murano vestía al boato europeo.
Tan importante y considerado era el Maestro vidriero en este período, que en 1602 sólo se inscribían en el Libro de Oro Veneciano y bajo el beneplácito del Dogo, a los maestros vidrieros que habitaran la isla de Murano. Igualmente gozaron de grandes ventajas como ciudadanos, como poder esposarse con los patricios.
Con el paso de los años y las ansias de libertad de ciertos maestros, logrando escapar en busca de otros lugares donde establecerse, los maestros se distribuyeron por toda Europa, llegando a Cataluña y de ahí a la isla de Mallorca.